Vigésima entrada. El tutor ideal.

 


El tutor es mucho más que un profesor para los estudiantes. De hecho, un profesor es un modelo para sus alumnos y alumnas en lo educativo, y desde luego también lo es en lo personal. El comportamiento dentro y fuera de clase tanto en acciones como en palabras es tenido en cuenta y los alumnos que observan esa personalidad y comportamiento de los profesores.

El tutor ha de tener, a mi entender, una serie de características que le acerquen al alumnado, que atraigan a los chicos y chicas para que estén agusto en clase, tengan confianza con su tutor y puedan aprender mejor en un ambiente sano, saludable desde el punto de vista de las relaciones personales.

Alguna de las cualidades que creo son indispensables son:



Ha de ser empático, lo  que  conlleva  que ha de conocer a sus tutorizados, ha de conocer su situación personal para poder comprender mejor el proceso por el que está pasando, saber si tiene algún tipo de problema y  sus gustos y motivaciones. Esta es la única forma de poder comprender a sus alumnos.

Además, tiene que ser motivador, tener la energía y competencia para sacar lo mejor de cada alumno/a, motivando a cada uno de la mejor forma posible y siempre entendiendo que todos son distintos y únicos y que cada uno tiene motivaciones distintas, si es capaz de encontrar esa motivación, conseguirá que cada alumno saque la mejor versión de sí mismo.

Ha de ser respetuoso no solo en las formas, sino también en el fondo, de igual manera ha de ganarse el respeto de sus alumnos y alumnas, pero ganarlo no significa imponerlo.

Un tutor cercano, accesible y dinámico hará que los alumnos se sientan más cómodos a la hora de contar sus problemas y dificultades, encontrarán a alguien que les escuche y aconseje tanto en lo educativo como en lo personal.

La integridad moral y de comportamientos hará que se convierta en un modelo previsible a seguir, si trasmite integridad los alumnos lo percibirán como alguien en quien confiar, lo cual es bueno para la relación clase-profesor.

De igual forma ha de ser observador para poder anticiparse a los problemas y atajarlos antes de que sean graves. 

Si a todo esto le unimos la capacidad creativa para resolver conflictos o para motivar a sus alumnos, tendremos, no sé si el tutor ideal, pero sí el que a mí me gustaría ser algún día.




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